lunes, 27 de abril de 2009

La Ley de la atracción.

No hay casualidad, es pura causalidad. Este presente es consecuencia de un deseo, de un anhelo, de un pedido.
Es consecuencia de una mentalidad, de un pensamiento, el querer lograr un objetivo.
No me sorprende en absoluto estar viviendo este hermoso momento como hincha de Vélez. Cuando las cosas se hacen bien y se visualizan, se materializan.
Estamos ahí, en las puertas de un centenario, algo emocionante, solo basta imaginarlo. Pero también estamos ahí, siguiendo un camino exacto, como se debe andar, detrás de otro objetivo que desvela, que produce ansiedad, que llena los corazones fortineros.
Seguramente que no solo a mi no me sorprende este momento, sino a cualquier alma velezana hoy no importando la edad, ni género. Vélez está puntero e invicto, pisa fuerte, deja huella, hace roncha, es agresivo, tiene personalidad, autoridad y oficio, que más......
Se viste de candidato, se pone el “frac”, visita distintos escenarios y levanta la cabeza, es avasallante y tiene carisma. Se muestra como un verdadero equipo, con solidez defensiva y contundencia en ataque. Pero no termina ahí, se muestra también con resto anímico como para respaldar ese mote de serio candidato.
Los puntos cosechados no son una utopía, se leen, son reales, son producto de lo que se quiso lograr. Se eligieron bien los refuerzos (Moralez, Larribey, Domínguez), se apostó a un técnico que sabe lo que quiere y como buscarlo, como encontrarlo (un verdadero gran felino). Se ajustaron algunos engranajes, un poco de “chapa y pintura” (Zapata, López) para dar un aspecto diferente. Se buscó en la caja de herramientas los “repuestos” que hacían falta y se ubicaron a la perfección (Otamendi, Razzotti, Díaz, Velázquez).
No hay casualidad, es pura causalidad. Esto es consecuencia de un buen trabajo, de erigir, de construir, de afianzar un deseo común para cualquier hincha. Hoy Vélez es lo que es porque fue en busca de ello si miramos hacia atrás, porque supo convertir una situación difícil en un arma para luchar cuando las cosas no funcionaban a fines del año pasado, porque la causa de un presente es el pasado, del mismo modo que la del futuro será el presente.
Así trabajó Vélez, como una de las más poderosas leyes universales, la de la atracción.
Claro que falta mucho todavía, faltan batallas duras, faltan adversarios fuertes, pero quién puede decir hoy que este Vélez no se asoma como un líder indiscutido y que asusta a la hora de enfrentarlo.
El fútbol siempre tuvo su combinación casi genuina e invariable, podrá encontrarse en la historia muchos casos que salen de este menú, pero en la mayoría de los casos quienes lograron su objetivo sabían que lo harían, no importa como, pero llegarían. Vélez tiene su objetivo, Vélez visualiza, Vélez materializa. Vélez da el primer sin pensar cuantos son los escalones, pero da el primer paso convencido y convence.
Ahí estamos amigo velezano, en las puertas de un centenario, en las puertas de un nuevo logro, no voy a escribir la palabra mágica que despierta la ilusión que llevamos dentro todos, pero algo sugiere que podemos imaginar un escenario inolvidable en el corto plazo, festejos emotivos, un Amalfitani teñido de azul y blanco, festejos por cien, festejos por la medalla, así se manifiesta nuestro deseo y según quienes escribieron la historia desde tiempos inmemorables con sus mentes brillantes, cada uno es el creador de uno mismo, cada un esculpe su propio universo, su vida.
Vélez empezó esculpiendo su propio desafío, es el “michelángelo” de su presente y va en busca de su ideal, de su futuro, el mismo que cada uno de sus componentes (jugadores, cuerpo técnico, dirigentes e hinchas) desean, un objetivo centenario, mucho mas que festejos, solo ser parte de Vélez materializa cualquier emoción que supera las barreras y lo límites de la felicidad.
Hay equipo firme, hay cuerpo técnico seguro, hay dirigentes con ideales y hay gente que desea, anhela, se ilusiona, entre todos, LAS CUATRO PATAS de siempre, juntas por fin.
Así se hace, así se está haciendo.
Un orgullo, sencillamente.

Jorge Poma.